25 de septiembre de 2009

3.- Costa Rica: Monteverde - Santa Elena

Lo mejor de la Pensión Santa Elena: Ro, uno de los encargados de la pensión. Es realmente auténtico! Levantarse por la mañana, buscar una taza limpia en la cocina, servirse un café cargadito, subir a la panaderia del pueblo, elegir entre las decenas de pastas y comérsela en una de las mesas del hall de la pensión, mientras Ro no para de hacernos bromas... siempre de buen humor!

Tras la rutina mañanera, llegó la furgoneta de Selvatura a buscarnos. Listas y preparadas para el Canopy. Reconozco que tenía algo de retortijones, porque estas cosas siempre me ponen nerviosa. Pero al cabo de 2 tirolinas por encima de la selva de Santa Elena, la adrenalina ya corría por las venas. Selvatura es una de las agencias de canopy con más plataformas y el último salto: Tarzan Swing, es impresionante. Se nos hizo corto...

Después hicimos los puentes colgantes, aunque totalmente prescindibles... sobretodo después de haber volado sobre ellos. Yo creo que si realizas el canopy, te puedes ahorrar un pico prescindiendo de los puentes colgantes.

Luego, al depender de la furgoneta, tuvimos que esperar un rato, que se me hizo muy largo, para que nos llevaran de vuelta a Santa Elena. Una vez allí decidimos ir a la reserva de Monteverde a dar una vuelta por los senderos. Paramos en la entrada del parque para comprar algo de comida para el trayecto en un restaurante que hace todo tipo de comida deliciosa. Al llegar al punto de información del parque, nos explicaron todas las rutas posibles y uno de los encargados nos pregunta de golpe: "habéis visto ya algún mono?". Ester y yo nos miramos y le dijimos que no, que habíamos visto muy pocos bichos. Nos pide que le sigamos y nos lleva justo debajo de un grupo de monos congo. Al verlos me pregunté como un animal tan pequeño podía hacer un ruido gutural tan fuerte. Estaban allí, jugando entre las ramas y tirando cosas a aquellos turistas más osados que se atrevían a ponerse debajo. Estuvimos allí un rato observándolos y luego nos dispusimos a hacer un par de rutillas por la reserva. La primera nos permitió tener unas vistas impresionantes de la reserva desde un punto muy alto y a la vuelta nos topamos con una tarántula que me pareció enorme. Caminando, caminando, uno tiene que vigilar lo que pisa, porque este arácnido peludo se cruzó por nuestro camino lentamente y sin tenernos ningun miedo. Aparte de cangrejos y poco más, no vimos bicho alguno. La segunda ruta nos permitió llegar a una cascadita, que tampoco tenía mucho más que ver.
Llegamos al punto de información cuando estaban a punto de cerrar. Cogimos a Bego y nos encaminamos a la pensión. Como no, antes de la ducha, una cervecita en la terracita de fuera. Y, casualidades de la vida, vemos pasar a los catalanes a los que habíamos llevado en la catarata de La Fortuna. Al vernos, empezaron a disculparse y a decirnos que nos debían una cerveza por el favor que les hicimos en Arenal. Total, que él se fue a comprar unas cervecitas a Los Amigos y nos tomamos unas cervecitas mientras oscurecía a ritmo de Morcheeba. Como no, nuestras conversaciones no paraban de rondar aventuras y viajes varios.
Cuando la pareja se fue, entramos a recepción a preguntar que recomendaban más, si ir a Samara o a Montezuma... la verdad es que nos recomendaban ambas, así que nos lo jugamos a suertes y salió Montezuma... Llegó la hora de cenar y nosotras nos dedicamos una agradable ducha antes de cenar. Luego, directas al Morphos, un restaurante que me gustó mucho, tanto por su decoración como por el pedazo bocadillo que me metí, mientras veía la puerta del supermercado desde la ventana.
Tras unas cervecitas en la pensión, nos fuimos a dormir, con el horario del ferry que queríamos coger al día siguiente grabado en la mente.

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