Creo que fuimos las primeras en levantarnos aquella mañana, pues estrenamos el café de la cafetera. Ro ya estaba en pie en recepción. Estuvimos haciendo un par de bromas con él que acabaron en una foto muy divertida. Nos dijo que teníamos un par de horas de camino hasta Puntarenas, así que debíamos salir puntuales. Hicimos el checkout y emprendimos el viaje con Tica al mando, guiándonos por una carretera que no sabíamos encontrar en el mapa de la Lonely.
Tardamos menos de lo esperado en llegar a Puntarenas y aún suerte porque ya había bastante cola para coger el ferry hacia nuestro próximo destino. No habíamos caido en que los viernes, los ticos siguen las mismas tradiciones que los españoles: largas carabanas hacia los lugares de segunda residencia. Así que nos colocamos en la cola y mientras yo esperaba en el coche, Ester fue a hacer cola para comprar ticket, que de nada sirvió, porque había que esperar a que pasara un sr. dándonos unos papeles dependiendo del tipo de vehículo que llevábamos.
Ya, con ticket en mano, poco a poco, la cola de coches se fue metiendo en aquel ferry enorme. Lo malo es que esta vez fueron puntuales en la salida y tuvimos que esperar más de una hora dentro del ferry hasta que éste salió, lleno de ticos por todas partes. El trayecto duró una horita y luego tardamos un rato largo en volver a salir del barco. Las vistas no estan mal, pero tampoco son nada del otro mundo...
Y allí estábamos nosotras, en Paquera y dispuestas a llegar a Montezuma cuanto antes, pues no sabíamos donde dormir ni nada. El gran problema de Paquera es que la carretera es mala y estrecha y no se puede adelantar con facilidad. Mi desesperación iba en aumento, viendo el sol precioso que hacía y nosotras atascadas en una carabana de camiones y coches todoterreno. Poco a poco unos iban adelantando a otros o desviándose a otros pueblos, mientras al mismo tiempo sorteábamos unos boquetes enormes en mitad del camino.
Por fin llegamos a Montezuma... buscando CasaColores, creo que nos pasamos de largo y llegamos casi a pie de playa. Allí, vimos un hotel que alguien nos había recomendado por uno de los camareros: el Sano Banano. Ester fue a pedir presupuesto y al principio se tiraron un poco de la moto, aunque al ver que ella se iba, le hicieron una oferta mejor. La verdad es que al ser temporada baja, te puedes aprovechar un poquito, porque este hotel valía 100 y pico euros en temporada alta.
Me encantó el pasillo hasta nuestra habitación, me encantó la habitación y sus colores y el trato de la gente de allí. Nos dejaron ponernos el bañador en otra cámara, ya que la nuestra la estaban arreglando. Necesitábamos urgentemente un bañito en la playa y allí que nos fuimos. Nuestro primer contacto con el océano Pacífico...
No esperaba que fuera como lo que vi, la verdad. Las playas de Costa Rica no son como las que habíamos visto en Tailandia. Son playas más bien surferas, llenas de ramas y cocos flotando y en las que darse un chapuzón puede ser algo arriesgado. Y allí estábamos, con un sol que nos estaba acribillando, frente a unas olas de metro y medio... y allí me di el primer bañito del viaje, sorteando cocos y ramas enormes. Pero me sentó de muerte!
Estuvimos un rato allí tomando el sol, habituándonos al Pacífico. Luego nos dirigimos al hotel para ver como estaba nuestra habitación. En el hotel nos habían dicho que podíamos dirigirnos al hotel de lujo que tenían: Ylang Ylang y que teníamos happy hour de cócteles por ser del mismo propietario. Nos dirigimos allí para ver que pinta tenía, pero la verdad es que era bastante pijillo y nos quedamos en la playa, tomando el sol, intentando bañarnos y viendo a nuestros primeros surferos.
Luego nos fuimos al Orgánico a pegar un mordisquito, que estábamos hambrientas. Buen restaurante, con buena comida y batidos. Allí empezamos a sospechar que es mucho mejor pagar con colones que con dólares tanto en restaurantes como en bares... Volvimos a la playita a dormir una siesta y nos sorprendió que la marea había subido bastante en cuestión de una horita que estuvimos fuera. En la arena se estaba genial, después de haber comido. Aunque una inesperada ola nos sorprendió y nuestras bolsas, pareos y chanclas salieron flotando en todas las direcciones. Vaya, que pecamos de pardillas y la marea nos pilló de lleno. Tuvimos que volver al hotel a secar hasta los billetes de dólar. Estuvimos largo rato sacando arena mojada de las mochilas!!
Después de la duchita, nos fuimos a cenar al Chico's Bar, centro neurálgico de la fiesta Montezumera. Por la tarde tampoco está muy lleno. Nos tomamos una imperial y escribimos nuestro abandonado diario. Y luego, partidita de billar! Dios, no entiendo como siempre me animo a jugar si no tengo ni idea. Pagamos para media hora y nos dió para poco. Al final de la partida vino una pareja de ticos, uno muy mayor y el otro joven. Empezaron a recomendarnos como tirar, pero cuando una es una negada, es una negada. El joven, Bismar, parecía muy interesado en seguir enseñándonos largo rato, pero debíamos ir a cenar y le dijimos que luego volveríamos para bailar y tomar algo. Dimos una vuelta ojeando los posibles restaurantes y pasamos por delante del Colores. Tenía una ubicación excelente y el ambiente era ideal, pequeño e íntimo. Este restaurante estaba regentado por italianos. La verdad que la carta tenía muy buena pinta, pero mis camarones con salsa de coco, por no decir salsa de coco con camarones, no fueron la mejor elección. Es un sitio pequeño, pero en temporada baja, es posible que te den mesa si esperas sólo 5 minutos. Y después de la cena, Chico's Bar de nuevo. Estaba bastante más lleno que por la tarde. Nos pedimos un cóctel de fresa y casi se me salen los camarones por las orejas cuando vimos el copón de medio litro que nos dieron!
Allí nos sentamos, al lado de unas copas casi más grandes que nosotras, de cara a la pista de baile, donde algunas parejas se movían a ritmo caribeño con las caderas. Estos ticos bailan muy bien, la verdad. Y allí estaba Bismar, que nos sorprendió bailando con su pareja y con gran ritmo. Al vernos se acercó y poco a poco nos fue presentando a su gente y acabé sudando la camiseta, bailando con él, mientras Ester bailaba con su amigo. Buf! Creo que en mi vida es sudado tanto, pero era imposible dejar de bailar. Allí estuvimos hasta que acabó la fiesta y nos acompañaron al hotel.
Al día siguiente nos escapamos a ver la playa de Santa Teresa y Mal Pais. Aquellos que amen el surf, este es su paraiso... bares surferos, restaurantes surferos, tiendas surferas... en fin, que si no tienes una tabla de surf allí, pintas poco.
Después nos acercamos a Montezuma para hacer el check out, recoger la ropa de la lavandería... Y volvimos a rehacer el camino hacia Paquera. Nos íbamos a Manuel Antonio y debíamos pillar el ferry de las 3 de la tarde. Ya comeríamos por el camino.
Lo malo es que no caímos que era domingo y todos los ticos volvían hacia sus casas después de pasar un lindo fin de semana en la playa. Vaya sorpresa! Nos encontramos una cola de 2 km con la que ya vimos que perdíamos el ferry de las 3 y tuvimos que esperar al ferry de las 5, con un sol de justicia que nos abrasaba, unos monos congo chillando cerca de la carretera y unos ticos que se habían emperrado en que toda la cola escuchara canciones melódicas a todo volumen. Como decir que fueron 2 horas de lo más duras, además, queríamos llegar a Quepos para visitar el parque de Manuel Antonio el lunes a primera hora. Por lo que íbamos a romper la norma de no conducir por la noche. Vamos, que ese día parecía que nada iba a salir bien, sobretodo cuando Ester me preguntó "Anna, mañana es lunes?". Si, porqué?
"Bueno, porque aquí pone que los lunes cierran los parques nacionales...". Las dos nos miramos con cara de pena. Realmente no era nuestro día. Acabábamos de descubrir que íbamos a pasar un día entero en un pueblo cuyo único encanto estaba cerrado... Empecé a ojearme la guía y realmente poco había por hacer... excepto ir a la playa pública que había al lado del parque nacional. Qué le íbamos a hacer. Me planteé proponerle a Ester dar media vuelta y pasar una noche más en Montezuma, pero desistí. No todo puede salir bien en los viajes sin programar.
Finalmente embarcábamos en el ferry hacia Puntarenas, vimos la puesta de sol desde allí, hicimos el loco un poco y a la hora ya estábamos llegando a puerto y, ya de noche, nos encáminabamos a Quepos. Fueron 2 horas y pico muy duras para mi, porque la noche era muy oscura y había tramos en los que mis ojos estaban cansados y no veían bien las luces, pero quería llegar, realmente quería hacer noche en Quepos. Nos paró incluso la policía a las afueras de Jacó y nos desmoralizó diciendo que aún nos faltaban horas para llegar. Tica no nos marcaba lo mismo y decía que faltaba menos de una hora a nuestro ritmo. La parada de la policía fue totalmente rutinaria.
Finalmente llegamos a Quepos y nos fuimos al que fue uno de los peores alojamientos que tuvimos en todo el viaje: Wide Mouth Frog. Vale que llegamos a última hora y sólo quedaba una habitación al lado del lavabo de los tíos, pero el olor a sudor de los pasillos porque todo el mundo colgaba la ropa allí no era muy agradable... Realmente, estábamos tan agotadas que nos dio igual todo. Apenas nos dirigíamos la palabra. Tras dejar las cosas, nos fuimos a cenar al primer rte. que encontramos y volvimos a dormir. Mejor que el día acabara cuanto antes...
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