Decidimos ir bordeando la laguna Arenal, para ver las vistas, aunque el volcán se escondía tras una espesa manta de nubes. Mi única preocupación era que los teñideros del rio Celeste se vieran bien, porque no se aconseja ir si ha llovido mucho.
Pusimos un cd (superrecomendable llevar unos cuantos para el coche) y nos encaminamos hasta Nuevo Arenal. Allí paramos a desayunar. Queríamos hacerlo en Tom's Pan, pero fue nuestro castigo por madrugar tanto que estuviera cerrado. Así que lo hicimos en el Lava Java, con grandes vistas, aunque con mala suerte, porque el pobre camarero no tenía mucha soltura en la cocina y tardó más de media hora en servirnos la comida. Desde aquella terraza vimos como despertaba un pueblo poco acostumbrado a mucho turismo y movimiento.
Antes de partir preguntamos a una lugareña como llegar a San Rafael y nos indicó que tardaríamos una hora... Una se acostumbra rápido a que te guíen por tiempo de conducción y no por kilómetros, ya que es imposible realizar aquellas pequeñas distancias a más de 50 ó 60 por hora. Así que escuchamos muchos cds hasta que logramos llegar a San Rafael y luego a Katira. Cerca de allí hay un desvío al PN del volcán Tenorio y a Celeste Lodge. Y giramos a la izquierda...
Ahora que ya hemos vuelto y he visto todas las carreteras posibles, puedo afirmar que esta fue la peor carretera con diferencia que nos encontramos con Bego. Incluso Tica, que se pasó todo el viaje anunciando incluso los baches o puentes angostos, perdió el norte y no sabía indicarnos como llegar al parque. Así que en cada cruce sin indicación preguntábamos, si podíamos. El cielo ennegrecía por momentos y yo me temía lo peor.
Una hora movidita y con agujetas en las manos, pero llegamos a nuestro destino: un restaurante que sirve de puerta al PN. Allí nos explicaron las posibles rutas: había 2, la corta de 3 horas y la larga de 5. Escogimos la corta y el chico nos dibujó en un papelito un escueto mapa con las 5 cosas por ver. Le preguntamos si el tiempo iba a aguantar porque yo veía un cielo negrísimo. Nos dijo que no había llovido el día anterior y que ese día también aguantaría. Fue decir eso y empezaron a caer unas gotas. Una de las mujeres de allí nos dijo que no nos preocuparamos, que ese PN es un bosque nuboso y que aunque llueva nunca llegas a notar la lluvia porque el bosque te protege. También nos dijo que no nos preocuparamos por los mosquitos, ya que dentro del bosque no había y menos si llovía. Yo no lo saqué de la mochila por si acaso. Nos enfundamos el impermeable y empezamos a caminar hacia el parque como si fuéramos dos jorobadas de Notredamme.
Una vez dentro del bosque vimos que la mujer tenía razón y que realmente el bosque te protege de la lluvia. Era peor llevar el impermeable, porque transpiraba muy poco, así que lo utilizamos para tapar la mochila. Caminamos y caminamos hasta el final y de vuelta íbamos haciendo las paraditas en la laguna y la cascada de turno. El rio estaba precioso y bajaba con el color que hacía honor su nombre. Pasamos por puentes colgantes, por una catarata celeste, por borbollones sulfúricos que olían a huevo podrido y por aguas termales, donde no me atreví a bañarme por miedo a abrasarme.
Estuvimos 3 horas exactas y me alegré de que la lluvia nos hubiera dado una tregua. El restaurante nos había ofrecido preparanos casados para la vuelta, pero íbamos tan pilladas de tiempo que les dijimos que comeríamos por el camino y así de triste lo hicimos, ya que ni paramos y nos comimos unas bolas de pan seco con queso que habían sobrado de nuestra noche en el Arenal Observatory. La hora de bajada hasta la carretera de Katira se convirtió en 45 minutos o menos. Cogimos la carretera hacia Upala y luego bajamos hacia Bijagua. Cuando nos encaminábamos hacia Cañas por la interamericana nos empezó a caer tal tormenta, que apenas podíamos conducir. Parecía que nos estaban tirando agua con una manguera, por lo que nuestro propósito de hacer el camino en 3 horas y pico empezaba a convertirse en un propósito imposible. Tuve que reducir la velocidad bastante. Una vez en Juntas (no queríamos ir por Cañas, ya que la carretera de Tilarán tiene muy mala fama), dejó de llover y cruzamos los dedos para que aguantara hasta Monteverde y así fue. La verdad es que las vistas quitan el hipo porque parece que vas conduciendo por encima de un sinfín de montañas verdes que se pierden en el horizonte. La carretera? Bueno, si hubiera llovido, habría parado el coche hasta que parara y ya nos habíamos dicho que, si era necesario, dormiríamos con Bego y Tica sin rechistar antes que caer acantilado abajo por culpa de una riada. El ver a las vespas corriendo entre aquellos baches me daba cierta seguridad. Si las motos de ciudad pueden, nosotras también! Al final llegamos en menos de media hora a Santa Elena. Paré el coche en una de las tres calles que hay y Ester bajó a preguntar a un hotel para ver si tenían sitio. En Santa Elena empezamos a ver que hay mucho más negocio y la gente te ofrece dormir por 5 $ en una de sus habitaciones. Ester volvió con malas noticias. En el Arcoiris ecolodge no tenían sitio, pero me dijo que un par de personas ya le habían ofrecido habitación en su camino hacia el coche. Sin cama no nos íbamos a quedar. Además, un chico de una agencia que habia al lado del coche no paró de insistirme para que nos quedáramos en su hotel baratísimo. Primero quisimos gastar cartuchos y Ester me dijo que la pensión Santa Elena tenía buena pinta. Esta vez bajé yo y fui a preguntar. Bingo! Tenían una habitación libre. El chico, bastante guapetón, me dijo que me la podía enseñar, así que le seguí y cuando vi que había sitio para 5 personas más, le pregunté extrañada si teníamos que compartir la habitación. El sonrió y me dijo que era sólo para mi y mi amiga. ¿Te interesa? me preguntó. Y tanto que me interesaba una habitación impresionante, toda de madera en una pensión con mogollón de ambiente juvenil y mochilero y con internet gratis, donde sonaba desde Marley a Morcheeba. ¿No quieres que la vea tu amiga? me preguntó alargando la llave. No, respondí, estoy segura de que le va a gustar. Cogí la llave y me fui corriendo a buscar a Ester. Aquella habitación iba a ser nuestra durante 2 noches! Estaba supercontenta y realmente agotada tras tantas horas de conducción.
Dejamos los macutos en la habitación, Ester dejó 2 Imperiales que llevábamos arrastrando desde la primera noche de Arenal, reservamos el canopy en Selvatura para la mañana siguiente, fuimos a dar una vuelta por el pueblo, si a 3 calles se las puede llamar pueblo y luego nos comimos nuestro primer casado en el restaurante Mar y Tierra. Se puede decir que fue un día completito. Aún tuvimos ánimo para sentarnos en una mesa de la terraza para escribir en el diario, jugar unos mentirosos con los dados (Ester me ganó todas las partidas!) y tomarnos unas imperiales... pero noooo, no las Imperiales que Ester había dejado en la nevera, porque esas habían desaparecido misteriosamente. Ester se acercó al bar Los Amigos a comprar un par.
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