La mañana en Quepos se presentaba bastante aburrida. Queríamos encontrar un modo de llegar a Sierpe al día siguiente visitando previamente Manuel Antonio a primera hora. Además, debíamos entregar el coche este día en la agencia.
Nos pusimos manos a la obra. Nos despertamos para tomar un desayuno bastante pésimo, que entraba dentro del precio del hostel. Lo único que valió la pena fue la Morphos que estuvo revoloteando a nuestro alrededor durante un rato.
Luego empezamos a informarnos de posibles vias para llegar a Sierpe, que no fuera a las 7 de la mañana. La única opción posible, que no fuera una combinación de autobuses bastante peligrosa o un shuttle privado por 25 dólares, que sólo tardaba una hora, era pagar 130 dólares por un taxi privado, que se comprometía a salir sobre las 11 de la mañana, para que nos diera tiempo a visitar el parque.
Ester y yo fuimos a hablar con el chico de la agencia de Thrifty para ver a que hora podíamos dejar el coche y cual fue nuestra sorpresa que habíamos calculado mal los días y debíamos entregarlo al día siguiente. Le explicamos la situación, de que el parque estaba cerrado, que queríamos visitarlo, pero que debíamos estar en Sierpe como muy tarde a las 15:00 h del día siguiente para pillar la barca que nos llevaba a Bahía Drake. El chico, muy amable, nos dijo que la única opción de llegar a Sierpe saliendo más tarde de las 8 de Quepos era un taxi privado por 130 dólares, lo que también nos dijeron en una agencia de viajes. Se ve que se está construyendo la carretera hasta Palmar y hay un tramo que está muy complicado y no hay transporte público. Los taxistas se aprovechan de la situación y piden, por un trayecto de una a dos horas, dependiendo de los cortes de carretera por obras, unos 130 dólares. El agente nos dijo que tenía un amigo que nos podía recoger sobre las 11 de la mañana en la misma agencia de Thrifty. Ester y yo nos miramos, no sabíamos cuando volveríamos a Costa Rica, así que de perdidos a río y decidimos negociar 120 dólares por un taxi privado para poder visitar Manuel Antonio a la mañana siguiente. Ya nos apretaríamos los cinturones!
Cogimos el coche y nos marchamos hacia las playas públicas de Manuel Antonio. Almenos pasaríamos un rato en una playa agradable. Además hacía un sol de justicia. El camino de subida a Manuel Antonio era toda una odisea de hoteles y restaurantes al estilo Benidorm costarriqueño. Después de subir durante un ratito por una estrecha carretera llena de curvas y bicicletas, empezamos a bajar una empinada cuesta, también llena de curvas, hasta que empezamos a ver las palmeras, gran indicación de playa cercana. Había algunos coches por allí y surferos por la playa. En medio de nuestro camino se cruzó un chico, que nos hizo parar el coche "Van ustedes al parque?" nos preguntó. Nosotras pusimos cara de "ya, ya sabemos que está cerrado...". Le miramos esperando que quería. "Bueno, si van ustedes al parque pueden aparcar aquí". Ester y yo nos miramos con incredulidad. "Cómo? Está abierto el parque?" preguntamos. "Si, hoy es el día nacional de los parques". Ester me miró y me dijo "lleva acreditación???", las dos vimos claramente que el chico llevaba el carnet del parque colgado al cuello. "El día nacional de los parques???". "Sí, sí, lo decidieron hace unos días, además hoy es gratuito". Creo que nos faltó poco para salir del coche y abrazar a aquel muchacho. Que nos pidió unos 3 dólares por cuidarnos el coche todo el día y se los dimos con mucho gusto. Buscamos corriendo una cabina, entre abrazos y risas. Nos costó contactar con el chico de Thrifty, que al final respondió al teléfono y fue muy amable. Entendió que anuláramos el taxi privado y se ofreció a ir a buscar a Bego al día siguiente, si le dejábamos las llaves y el GPS en recepción del hostel. Luego llamamos al hostel para que nos reservara el shuttle de 25 dólares a Sierpe. Y por último, llamamos a Miguel, de Bahía Drake, para confirmarle que llegaríamos en la barca de las 12 y no en la de las 15.
Nos fuimos hacia el parque más contentas que un ocho. Tuvimos la buena estrella del viaje. La verdad es que hubo ciertas cosas que me decepcionaron bastante: encontrar casetas de lavabo por el camino, duchas de agua dulce, el poco respeto que los visitantes tienen por los animales, las pocas indicaciones dentro del parque y el poco cuidado de algunos caminos... No con esto quiero desmerecer lo bonito que es, pero hay muchas cosas que hacen que este parque no sea lo más bonito que vi en todo el viaje. Las playas si, son preciosas y dignas de postal. Los animales estan tan acostumbrados a los humanos que se pasean a sus anchas y parece que algunos capuchinos incluso posan delante de los turistas maleducados que hacen caso omiso a los carteles donde pone "no flash". No hace falta coger un guía a no ser que se esté muy desesperado por encontrar alguna especie difícil de divisar. Es facilísimo encontrar perezosos, capuchinos, iguanas, salamandras, congos, alguna serpiente e incluso algun caimán. Sólo hay que esperar a que un tumulto de guiris empiece a chillar a un nivel comparable al de los congos y entonces uno se acerca a ver que especie está rodeada por el grupo de turistas en cuestión. Seguro que hay algun perezoso o algun capuchino sin ningún temor a ser fotografiado.
Yo tuve suerte en el parque y, como apuramos hasta el cierre, perdí a Ester un momento, pero encontré a un guía del parque que nos dijo a mi y a un par de visitantes más si queríamos ver un caimán, unos murciélagos y un nido de abejas asesinas, que moraban en una palmera lo suficientemente alta como para no ser peligrosas.
La salida del parque se puede realizar por dos lados. Nosotras entramos por uno y salimos por otro... aunque quizá Ester hubiera deseado lo contrario...
Nosotras llegamos a una salida en la que hay que cruzar un pequeño riachuelo que se forma con las olas del mar. Allí esperan algunos barqueros, que se aprovechan de la situación y te sacan unos colones por cruzarte sin mojarte los pies. Yo, al ver que las guiris que cruzaban frente a nosotras lo hacían sin problema alguno, decidí cruzar con pantalones en mano y agua por la cintura. Ester se sacó los pantalones para no mojarlos y cruzó unos minutos más tarde... lo suficientemente tarde como para haberle dado tregua a la marea... De repente, veo como Ester se adentra en el riachuelo y éste empieza a cubrirla y cubrirla, hasta que sólo le asoma la cabeza y la mochila flota tras ella... Empezó a bracear hasta llegar a mi orilla completamente empapada y con cara de incrédulas. De repente, balbucea "Los pantalones". Mira hacia atrás y nada flota en el riachuelo. Le digo que no pasa nada, que llevo el pareo seco. "No, Anna. Es que dentro llevaba las llaves del coche y la llave del hotel". Creo que mi cara se quedó a cuadros y ella estaba tan desesperada que me dejó la mochila y se adentró en el riachuelo para buscar unas bermudas prácticamente imposibles de encontrar. Uno de los barqueros nos dijo que allí había dos corrientes y que iba a ser complicado, pero allí estaba Ester sin dejar de intentarlo. Yo ya me imaginaba a Bego allí sola toda la noche, pero tampoco me preocupaba tanto, porque la agencia de alquiler estaba cerca y sólo teníamos que llamar para que vinieran a buscarlo. De repente, Ester se sumerge y sale con los pantalones en la mano, mete la mano en el bolsillo y saca todas las llaves. Salió del agua emocionada y me entregó las llaves. Todo quedó en un susto, pero vaya susto!
Necesitábamos beber algo y Ester estaba dispuesta a ir con el pareo a tomar algo, así que paramos en El Avión. Un bar-restaurante, con unas vistas impresionantes, y cuyo gran reclamo es un avión antiguo que los dueños del bar compraron y trajeron a piezas de Estados Unidos, montándolo en aquel lugar con vistas privilegiadas de Manuel Antonio. Y allí nos sentamos nosotras, con el parque frente a nosotras y con unos cócteles deliciosos y unos nachos. Desde allí vimos la gran tormenta y esperamos a que arreciara un poco. Luego bajamos al hotel a cambiarnos y decidimos subir de nuevo a El Avión. Habíamos quedado con los del hostel que les dejaríamos las llaves del hostel y los del coche antes de las 10 de la noche porque cerraban recepción. Esta vez entramos dentro del avión para tomar una cerveza. Era bastante auténtico estar allí tomando algo y escuchando música. Entraron un grupo de americanos para pedir cerveza y un par de ellos se quedaron de pie a nuestro lado y empezaron a hacernos preguntas. Así empezó una noche muy divertida, rodeadas de americanos surferos, que habían ido a pasar sus vacaciones a las playas de Manuel Antonio a practicar surf. Acabamos algo contentas con tanta Imperial. Decidimos que yo llevaría el coche, así que controlé un poco la situación. Eso no evitó que acabara bailando salsa con un par de ellos, que luego nos fuéramos a otro local a tomar la última y que rechazáramos su oferta de jugar al poker en su hotel. Ya fue suficiente que no entregáramos las llaves del hostel y del coche. Ojalá la mañana siguiente el recepcionista abriera puntual para poder entregarlas. Así ocurrió nuestra segunda fiesta en Costa Rica y siempre recordaremos a Steve, Micky y compañía!
9 de octubre de 2009
2 de octubre de 2009
4.- Costa Rica: Montezuma, paraiso surfero
Creo que fuimos las primeras en levantarnos aquella mañana, pues estrenamos el café de la cafetera. Ro ya estaba en pie en recepción. Estuvimos haciendo un par de bromas con él que acabaron en una foto muy divertida. Nos dijo que teníamos un par de horas de camino hasta Puntarenas, así que debíamos salir puntuales. Hicimos el checkout y emprendimos el viaje con Tica al mando, guiándonos por una carretera que no sabíamos encontrar en el mapa de la Lonely.
Tardamos menos de lo esperado en llegar a Puntarenas y aún suerte porque ya había bastante cola para coger el ferry hacia nuestro próximo destino. No habíamos caido en que los viernes, los ticos siguen las mismas tradiciones que los españoles: largas carabanas hacia los lugares de segunda residencia. Así que nos colocamos en la cola y mientras yo esperaba en el coche, Ester fue a hacer cola para comprar ticket, que de nada sirvió, porque había que esperar a que pasara un sr. dándonos unos papeles dependiendo del tipo de vehículo que llevábamos.
Ya, con ticket en mano, poco a poco, la cola de coches se fue metiendo en aquel ferry enorme. Lo malo es que esta vez fueron puntuales en la salida y tuvimos que esperar más de una hora dentro del ferry hasta que éste salió, lleno de ticos por todas partes. El trayecto duró una horita y luego tardamos un rato largo en volver a salir del barco. Las vistas no estan mal, pero tampoco son nada del otro mundo...
Y allí estábamos nosotras, en Paquera y dispuestas a llegar a Montezuma cuanto antes, pues no sabíamos donde dormir ni nada. El gran problema de Paquera es que la carretera es mala y estrecha y no se puede adelantar con facilidad. Mi desesperación iba en aumento, viendo el sol precioso que hacía y nosotras atascadas en una carabana de camiones y coches todoterreno. Poco a poco unos iban adelantando a otros o desviándose a otros pueblos, mientras al mismo tiempo sorteábamos unos boquetes enormes en mitad del camino.
Por fin llegamos a Montezuma... buscando CasaColores, creo que nos pasamos de largo y llegamos casi a pie de playa. Allí, vimos un hotel que alguien nos había recomendado por uno de los camareros: el Sano Banano. Ester fue a pedir presupuesto y al principio se tiraron un poco de la moto, aunque al ver que ella se iba, le hicieron una oferta mejor. La verdad es que al ser temporada baja, te puedes aprovechar un poquito, porque este hotel valía 100 y pico euros en temporada alta.
Me encantó el pasillo hasta nuestra habitación, me encantó la habitación y sus colores y el trato de la gente de allí. Nos dejaron ponernos el bañador en otra cámara, ya que la nuestra la estaban arreglando. Necesitábamos urgentemente un bañito en la playa y allí que nos fuimos. Nuestro primer contacto con el océano Pacífico...
No esperaba que fuera como lo que vi, la verdad. Las playas de Costa Rica no son como las que habíamos visto en Tailandia. Son playas más bien surferas, llenas de ramas y cocos flotando y en las que darse un chapuzón puede ser algo arriesgado. Y allí estábamos, con un sol que nos estaba acribillando, frente a unas olas de metro y medio... y allí me di el primer bañito del viaje, sorteando cocos y ramas enormes. Pero me sentó de muerte!
Estuvimos un rato allí tomando el sol, habituándonos al Pacífico. Luego nos dirigimos al hotel para ver como estaba nuestra habitación. En el hotel nos habían dicho que podíamos dirigirnos al hotel de lujo que tenían: Ylang Ylang y que teníamos happy hour de cócteles por ser del mismo propietario. Nos dirigimos allí para ver que pinta tenía, pero la verdad es que era bastante pijillo y nos quedamos en la playa, tomando el sol, intentando bañarnos y viendo a nuestros primeros surferos.
Luego nos fuimos al Orgánico a pegar un mordisquito, que estábamos hambrientas. Buen restaurante, con buena comida y batidos. Allí empezamos a sospechar que es mucho mejor pagar con colones que con dólares tanto en restaurantes como en bares... Volvimos a la playita a dormir una siesta y nos sorprendió que la marea había subido bastante en cuestión de una horita que estuvimos fuera. En la arena se estaba genial, después de haber comido. Aunque una inesperada ola nos sorprendió y nuestras bolsas, pareos y chanclas salieron flotando en todas las direcciones. Vaya, que pecamos de pardillas y la marea nos pilló de lleno. Tuvimos que volver al hotel a secar hasta los billetes de dólar. Estuvimos largo rato sacando arena mojada de las mochilas!!
Después de la duchita, nos fuimos a cenar al Chico's Bar, centro neurálgico de la fiesta Montezumera. Por la tarde tampoco está muy lleno. Nos tomamos una imperial y escribimos nuestro abandonado diario. Y luego, partidita de billar! Dios, no entiendo como siempre me animo a jugar si no tengo ni idea. Pagamos para media hora y nos dió para poco. Al final de la partida vino una pareja de ticos, uno muy mayor y el otro joven. Empezaron a recomendarnos como tirar, pero cuando una es una negada, es una negada. El joven, Bismar, parecía muy interesado en seguir enseñándonos largo rato, pero debíamos ir a cenar y le dijimos que luego volveríamos para bailar y tomar algo. Dimos una vuelta ojeando los posibles restaurantes y pasamos por delante del Colores. Tenía una ubicación excelente y el ambiente era ideal, pequeño e íntimo. Este restaurante estaba regentado por italianos. La verdad que la carta tenía muy buena pinta, pero mis camarones con salsa de coco, por no decir salsa de coco con camarones, no fueron la mejor elección. Es un sitio pequeño, pero en temporada baja, es posible que te den mesa si esperas sólo 5 minutos. Y después de la cena, Chico's Bar de nuevo. Estaba bastante más lleno que por la tarde. Nos pedimos un cóctel de fresa y casi se me salen los camarones por las orejas cuando vimos el copón de medio litro que nos dieron!
Allí nos sentamos, al lado de unas copas casi más grandes que nosotras, de cara a la pista de baile, donde algunas parejas se movían a ritmo caribeño con las caderas. Estos ticos bailan muy bien, la verdad. Y allí estaba Bismar, que nos sorprendió bailando con su pareja y con gran ritmo. Al vernos se acercó y poco a poco nos fue presentando a su gente y acabé sudando la camiseta, bailando con él, mientras Ester bailaba con su amigo. Buf! Creo que en mi vida es sudado tanto, pero era imposible dejar de bailar. Allí estuvimos hasta que acabó la fiesta y nos acompañaron al hotel.
Al día siguiente nos escapamos a ver la playa de Santa Teresa y Mal Pais. Aquellos que amen el surf, este es su paraiso... bares surferos, restaurantes surferos, tiendas surferas... en fin, que si no tienes una tabla de surf allí, pintas poco.
Después nos acercamos a Montezuma para hacer el check out, recoger la ropa de la lavandería... Y volvimos a rehacer el camino hacia Paquera. Nos íbamos a Manuel Antonio y debíamos pillar el ferry de las 3 de la tarde. Ya comeríamos por el camino.
Lo malo es que no caímos que era domingo y todos los ticos volvían hacia sus casas después de pasar un lindo fin de semana en la playa. Vaya sorpresa! Nos encontramos una cola de 2 km con la que ya vimos que perdíamos el ferry de las 3 y tuvimos que esperar al ferry de las 5, con un sol de justicia que nos abrasaba, unos monos congo chillando cerca de la carretera y unos ticos que se habían emperrado en que toda la cola escuchara canciones melódicas a todo volumen. Como decir que fueron 2 horas de lo más duras, además, queríamos llegar a Quepos para visitar el parque de Manuel Antonio el lunes a primera hora. Por lo que íbamos a romper la norma de no conducir por la noche. Vamos, que ese día parecía que nada iba a salir bien, sobretodo cuando Ester me preguntó "Anna, mañana es lunes?". Si, porqué?
"Bueno, porque aquí pone que los lunes cierran los parques nacionales...". Las dos nos miramos con cara de pena. Realmente no era nuestro día. Acabábamos de descubrir que íbamos a pasar un día entero en un pueblo cuyo único encanto estaba cerrado... Empecé a ojearme la guía y realmente poco había por hacer... excepto ir a la playa pública que había al lado del parque nacional. Qué le íbamos a hacer. Me planteé proponerle a Ester dar media vuelta y pasar una noche más en Montezuma, pero desistí. No todo puede salir bien en los viajes sin programar.
Finalmente embarcábamos en el ferry hacia Puntarenas, vimos la puesta de sol desde allí, hicimos el loco un poco y a la hora ya estábamos llegando a puerto y, ya de noche, nos encáminabamos a Quepos. Fueron 2 horas y pico muy duras para mi, porque la noche era muy oscura y había tramos en los que mis ojos estaban cansados y no veían bien las luces, pero quería llegar, realmente quería hacer noche en Quepos. Nos paró incluso la policía a las afueras de Jacó y nos desmoralizó diciendo que aún nos faltaban horas para llegar. Tica no nos marcaba lo mismo y decía que faltaba menos de una hora a nuestro ritmo. La parada de la policía fue totalmente rutinaria.
Finalmente llegamos a Quepos y nos fuimos al que fue uno de los peores alojamientos que tuvimos en todo el viaje: Wide Mouth Frog. Vale que llegamos a última hora y sólo quedaba una habitación al lado del lavabo de los tíos, pero el olor a sudor de los pasillos porque todo el mundo colgaba la ropa allí no era muy agradable... Realmente, estábamos tan agotadas que nos dio igual todo. Apenas nos dirigíamos la palabra. Tras dejar las cosas, nos fuimos a cenar al primer rte. que encontramos y volvimos a dormir. Mejor que el día acabara cuanto antes...
Tardamos menos de lo esperado en llegar a Puntarenas y aún suerte porque ya había bastante cola para coger el ferry hacia nuestro próximo destino. No habíamos caido en que los viernes, los ticos siguen las mismas tradiciones que los españoles: largas carabanas hacia los lugares de segunda residencia. Así que nos colocamos en la cola y mientras yo esperaba en el coche, Ester fue a hacer cola para comprar ticket, que de nada sirvió, porque había que esperar a que pasara un sr. dándonos unos papeles dependiendo del tipo de vehículo que llevábamos.
Ya, con ticket en mano, poco a poco, la cola de coches se fue metiendo en aquel ferry enorme. Lo malo es que esta vez fueron puntuales en la salida y tuvimos que esperar más de una hora dentro del ferry hasta que éste salió, lleno de ticos por todas partes. El trayecto duró una horita y luego tardamos un rato largo en volver a salir del barco. Las vistas no estan mal, pero tampoco son nada del otro mundo...
Y allí estábamos nosotras, en Paquera y dispuestas a llegar a Montezuma cuanto antes, pues no sabíamos donde dormir ni nada. El gran problema de Paquera es que la carretera es mala y estrecha y no se puede adelantar con facilidad. Mi desesperación iba en aumento, viendo el sol precioso que hacía y nosotras atascadas en una carabana de camiones y coches todoterreno. Poco a poco unos iban adelantando a otros o desviándose a otros pueblos, mientras al mismo tiempo sorteábamos unos boquetes enormes en mitad del camino.
Por fin llegamos a Montezuma... buscando CasaColores, creo que nos pasamos de largo y llegamos casi a pie de playa. Allí, vimos un hotel que alguien nos había recomendado por uno de los camareros: el Sano Banano. Ester fue a pedir presupuesto y al principio se tiraron un poco de la moto, aunque al ver que ella se iba, le hicieron una oferta mejor. La verdad es que al ser temporada baja, te puedes aprovechar un poquito, porque este hotel valía 100 y pico euros en temporada alta.
Me encantó el pasillo hasta nuestra habitación, me encantó la habitación y sus colores y el trato de la gente de allí. Nos dejaron ponernos el bañador en otra cámara, ya que la nuestra la estaban arreglando. Necesitábamos urgentemente un bañito en la playa y allí que nos fuimos. Nuestro primer contacto con el océano Pacífico...
No esperaba que fuera como lo que vi, la verdad. Las playas de Costa Rica no son como las que habíamos visto en Tailandia. Son playas más bien surferas, llenas de ramas y cocos flotando y en las que darse un chapuzón puede ser algo arriesgado. Y allí estábamos, con un sol que nos estaba acribillando, frente a unas olas de metro y medio... y allí me di el primer bañito del viaje, sorteando cocos y ramas enormes. Pero me sentó de muerte!
Estuvimos un rato allí tomando el sol, habituándonos al Pacífico. Luego nos dirigimos al hotel para ver como estaba nuestra habitación. En el hotel nos habían dicho que podíamos dirigirnos al hotel de lujo que tenían: Ylang Ylang y que teníamos happy hour de cócteles por ser del mismo propietario. Nos dirigimos allí para ver que pinta tenía, pero la verdad es que era bastante pijillo y nos quedamos en la playa, tomando el sol, intentando bañarnos y viendo a nuestros primeros surferos.
Luego nos fuimos al Orgánico a pegar un mordisquito, que estábamos hambrientas. Buen restaurante, con buena comida y batidos. Allí empezamos a sospechar que es mucho mejor pagar con colones que con dólares tanto en restaurantes como en bares... Volvimos a la playita a dormir una siesta y nos sorprendió que la marea había subido bastante en cuestión de una horita que estuvimos fuera. En la arena se estaba genial, después de haber comido. Aunque una inesperada ola nos sorprendió y nuestras bolsas, pareos y chanclas salieron flotando en todas las direcciones. Vaya, que pecamos de pardillas y la marea nos pilló de lleno. Tuvimos que volver al hotel a secar hasta los billetes de dólar. Estuvimos largo rato sacando arena mojada de las mochilas!!
Después de la duchita, nos fuimos a cenar al Chico's Bar, centro neurálgico de la fiesta Montezumera. Por la tarde tampoco está muy lleno. Nos tomamos una imperial y escribimos nuestro abandonado diario. Y luego, partidita de billar! Dios, no entiendo como siempre me animo a jugar si no tengo ni idea. Pagamos para media hora y nos dió para poco. Al final de la partida vino una pareja de ticos, uno muy mayor y el otro joven. Empezaron a recomendarnos como tirar, pero cuando una es una negada, es una negada. El joven, Bismar, parecía muy interesado en seguir enseñándonos largo rato, pero debíamos ir a cenar y le dijimos que luego volveríamos para bailar y tomar algo. Dimos una vuelta ojeando los posibles restaurantes y pasamos por delante del Colores. Tenía una ubicación excelente y el ambiente era ideal, pequeño e íntimo. Este restaurante estaba regentado por italianos. La verdad que la carta tenía muy buena pinta, pero mis camarones con salsa de coco, por no decir salsa de coco con camarones, no fueron la mejor elección. Es un sitio pequeño, pero en temporada baja, es posible que te den mesa si esperas sólo 5 minutos. Y después de la cena, Chico's Bar de nuevo. Estaba bastante más lleno que por la tarde. Nos pedimos un cóctel de fresa y casi se me salen los camarones por las orejas cuando vimos el copón de medio litro que nos dieron!
Allí nos sentamos, al lado de unas copas casi más grandes que nosotras, de cara a la pista de baile, donde algunas parejas se movían a ritmo caribeño con las caderas. Estos ticos bailan muy bien, la verdad. Y allí estaba Bismar, que nos sorprendió bailando con su pareja y con gran ritmo. Al vernos se acercó y poco a poco nos fue presentando a su gente y acabé sudando la camiseta, bailando con él, mientras Ester bailaba con su amigo. Buf! Creo que en mi vida es sudado tanto, pero era imposible dejar de bailar. Allí estuvimos hasta que acabó la fiesta y nos acompañaron al hotel.
Al día siguiente nos escapamos a ver la playa de Santa Teresa y Mal Pais. Aquellos que amen el surf, este es su paraiso... bares surferos, restaurantes surferos, tiendas surferas... en fin, que si no tienes una tabla de surf allí, pintas poco.
Después nos acercamos a Montezuma para hacer el check out, recoger la ropa de la lavandería... Y volvimos a rehacer el camino hacia Paquera. Nos íbamos a Manuel Antonio y debíamos pillar el ferry de las 3 de la tarde. Ya comeríamos por el camino.
Lo malo es que no caímos que era domingo y todos los ticos volvían hacia sus casas después de pasar un lindo fin de semana en la playa. Vaya sorpresa! Nos encontramos una cola de 2 km con la que ya vimos que perdíamos el ferry de las 3 y tuvimos que esperar al ferry de las 5, con un sol de justicia que nos abrasaba, unos monos congo chillando cerca de la carretera y unos ticos que se habían emperrado en que toda la cola escuchara canciones melódicas a todo volumen. Como decir que fueron 2 horas de lo más duras, además, queríamos llegar a Quepos para visitar el parque de Manuel Antonio el lunes a primera hora. Por lo que íbamos a romper la norma de no conducir por la noche. Vamos, que ese día parecía que nada iba a salir bien, sobretodo cuando Ester me preguntó "Anna, mañana es lunes?". Si, porqué?
"Bueno, porque aquí pone que los lunes cierran los parques nacionales...". Las dos nos miramos con cara de pena. Realmente no era nuestro día. Acabábamos de descubrir que íbamos a pasar un día entero en un pueblo cuyo único encanto estaba cerrado... Empecé a ojearme la guía y realmente poco había por hacer... excepto ir a la playa pública que había al lado del parque nacional. Qué le íbamos a hacer. Me planteé proponerle a Ester dar media vuelta y pasar una noche más en Montezuma, pero desistí. No todo puede salir bien en los viajes sin programar.
Finalmente embarcábamos en el ferry hacia Puntarenas, vimos la puesta de sol desde allí, hicimos el loco un poco y a la hora ya estábamos llegando a puerto y, ya de noche, nos encáminabamos a Quepos. Fueron 2 horas y pico muy duras para mi, porque la noche era muy oscura y había tramos en los que mis ojos estaban cansados y no veían bien las luces, pero quería llegar, realmente quería hacer noche en Quepos. Nos paró incluso la policía a las afueras de Jacó y nos desmoralizó diciendo que aún nos faltaban horas para llegar. Tica no nos marcaba lo mismo y decía que faltaba menos de una hora a nuestro ritmo. La parada de la policía fue totalmente rutinaria.
Finalmente llegamos a Quepos y nos fuimos al que fue uno de los peores alojamientos que tuvimos en todo el viaje: Wide Mouth Frog. Vale que llegamos a última hora y sólo quedaba una habitación al lado del lavabo de los tíos, pero el olor a sudor de los pasillos porque todo el mundo colgaba la ropa allí no era muy agradable... Realmente, estábamos tan agotadas que nos dio igual todo. Apenas nos dirigíamos la palabra. Tras dejar las cosas, nos fuimos a cenar al primer rte. que encontramos y volvimos a dormir. Mejor que el día acabara cuanto antes...
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